viernes, 28 de junio de 2024

CRONOS

 

CRONOS

CÓMO OCCIDENTE HA PENSADO EL TIEMPO DESDE

EL PRIMER CRISTIANISMO HASTA HOY

1 Libro Autor Francois Hartog

Editor Siglo XXI

PRIMERA EDICIÓN

 

LIBRO POR ENCARGO

El historiador francés François Hartog lleva buena parte de su vida académica averiguando cómo se ha concebido el tiempo en el mundo occidental y cómo esas ideas afectan lo que entendemos por historia, y en esta obra culmina su admirable esfuerzo

¿Qué nos dicen hoy las viejas formas de lidiar con Cronos?

¿Qué nuevas estrategias debemos formular para afrontar un futuro amenazante e incierto? Este lúcido ensayo sobre las ideas del tiempo en Occidente es mucho más que una erudita exploración del cristianismo primitivo, de los debates medievales sobre el discurrir del tiempo, de la mecánica concepción de segundos y eones: es un llamado a entender, desde la historia, la carga que nuestras ideas sobre el tiempo le imponen a la realidad.

CRITERIOS DE LA TRADUCCIÓN

Las traducciones del griego y del latín las hice a partir del francés, pues el autor traduce directamente de estas lenguas

Los vocablos en latín dentro del texto se mantuvieron en cursivas, como lo hizo el autor en el original. Los que el autor pasa al francés, y que en nuestra lengua no tendrían una traducción directa, los “castellanizo”; así, por ejemplo, empleo acomodación por accomodatio, pero otras veces, cuando se usa una palabra diferente en francés, la traduzco como acomodo o acomodamiento

Hartog usa siempre “Jesús - Mesías” para marcar el significado de Cristos (véase la nota 17 del capítulo 1)

La traducción respeta el uso que el autor hace de las cursivas en los términos que son fundamentales en su explicación, así como las distinciones entre minúsculas y mayúsculas. Por ejemplo, al recurrir a palabras como Kronos, Kairos y Krisis, entre otras, Hartog las usa específicamente con un sentido cuando van en mayúsculas y con otro cuando van en minúsculas

También respeto el uso de minúsculas y mayúsculas que utiliza para indicar una distinción: historia de Historia, progreso de Progreso, naturaleza de Naturaleza, tierra de Tierra, etcétera

El autor nunca utiliza san para referirse a Agustín de Hipona, a Pablo de Tarso o a Jerónimo, el autor de la Vulgata. Aquí se respetó esta indicación

François Hartog es un historiador que escribe sobre temas que son tratados por distintas disciplinas, como la filosofía, la sociología, la antropología, etc. Él los trata desde la historia. De ahí que su estilo sea muy particular, ya que hace una cuidadosa elección de términos no filosóficos para darse a entender desde el campo de la historia, evitando usar categorías o conceptos de otras disciplinas, particularmente de la filosofía. Lo anterior hace que su estilo esté formado de imágenes, metáforas y constantes repeticiones de palabras, pues con esos elementos logra que su argumentación sea rigurosa y convincente

NORMA DURÁN

Prefacio

El presente indeducible

¿Para qué puede servir la historia? Solamente —y eso

es mucho— para multiplicar las ideas; nunca para ver

el presente original —indeducible.

PAUL VALÉRY

¿Quién o qué es Cronos? La pregunta no es nueva, pero regresa cada vez que nos interrogamos sobre el tiempo en que vivimos: nuestro presente. Pero también surge la advertencia de Paul Valéry, que no perdía la oportunidad de dar una lección a los historiadores que pretendían hacer ciencia y que realmente hacían literatura. En sus Cuadernos, donde anotaba sus pensamientos al despertarse, a primera hora, frecuentemente criticaba a la historia que, con mirada retrospectiva, predecía, un día después, lo que había sucedido la víspera. Una lección de historia, sin duda, pero de una historia que obviamente “multiplica las ideas”: lo que no es malo, o no muy malo. Dar ideas, multiplicando los puntos de vista, nos ayuda a ver lo que ya no vemos, lo que no queremos o no podemos ver, lo que nos ciega, nos fascina, nos atemoriza, nos horroriza, indudablemente, el presente “indeducible”.1

¿Es todo esto pura ocurrencia? No, en la medida en que no viene de la nada y no está hecho de nada, el presente es un ob1 Paul Valéry, Cahiers, vol. II, edición, presentación y notas de Judith Robinson-Valéry, Bibliothèque de la Pléiade, París, Gallimard, 1974, p. 1490. Objeto social, con su textura, como un tapiz en el que los hilos de trama y urdimbre se entrecruzan para mostrar sus colores y sus motivos propios. La interrogación sobre la textura del presente, que comenzó con mi reflexión sobre el tiempo en mi libro Regímenes de historicidad, se puede decir que persiste, ya que es la razón de ser de esta nueva investigación. Como siempre, el camino es un largo rodeo.2

2 François Hartog, Régimes d’historicité. Présentisme et expériences du temps, edición aumentada, París, Point-Seuil, 2015

 Partir del presente para regresar de mejor manera a él, después de viajes lejanos en el tiempo. Esta vez no se trata de partir del doloroso encuentro de Ulises con la historicidad, cuando escuchaba al bardo de los feacios que lo festejaba sin saberlo, como si él no fuera el celebrado, sino de comenzar por transportarnos a los inicios mismos del cristianismo o incluso antes, para comprender la revolución en el tiempo que trajo la pequeña secta apocalíptica que se había apartado del judaísmo. Una revolución precisamente en la textura del tiempo, por la instauración de un presente inédito. ¿Por qué partir de tan lejos? Porque este nuevo tiempo ha dejado una marca duradera, tal vez incluso para siempre, en el tiempo de Occidente Porque el tiempo moderno ha salido, en todos los sentidos, del tiempo cristiano: viene de ahí y se ha apartado de él

Para los seres humanos, vivir siempre ha sido experimentar el tiempo: apasionante a veces, doloroso otras, a menudo trágico, pero, al final, ineluctable. Enfrentarse a Cronos siempre ha estado en el orden del día de los diferentes grupos sociales: esforzarse por aprehenderlo o buscar escapar de él, trabajar en ordenarlo, cortarlo, medirlo, en definitiva pretender dominarlo: creer en él y hacer que se crea en él. Múltiples, incluso innumerables, han sido, en el curso de los siglos, las maneras de proceder a partir de narrativas ordinarias o míticas, construcciones religiosas, teológicas, filosóficas o políticas, teorías científicas, sobre todo el capítulo 2 sobre las lágrimas de Ulises (Esto es no poder hacer nada por el paso del tiempo y los acontecimientos). [Hay traducción al español, de Norma Durán y Pablo Avilés: Regímenes de historicidad. Presentismo y experiencias del tiempo, México, Universidad Iberoamericana (El Oficio de la Historia), 2007, 243 pp.] Sensaciones artísticas, obras literarias, proyectos arquitectónicos, desarrollos urbanos, invenciones técnicas e instrumentos para medirlo y para marcar la vida, tanto de las sociedades como de los individuos. Nada de lo humano le es ajeno, es decir, nada escapa a sus efectos ni a su control

Pero esta historia, la más conocida, no es más que una parte de la historia: la que los seres humanos se han contado, la que han querido recordar, porque Cronos —lo han olvidado o ignorado— excede con creces el tiempo de los hombres o ese tiempo del mundo que los modernos fabricaron para su uso y para su beneficio, hasta el punto de creer que podría reducirse, como la “piel de zapa” de la novela de Balzac, al puro presente: casi hasta abolirlo. A partir de nuestra muy reciente entrada a una nueva época que ahora se llama Antropoceno, un tiempo que es a la vez inmensamente antiguo y completamente nuevo, y que en realidad es el de la Tierra, ha alterado toda nuestra economía del tiempo. En efecto, hoy se encuentran dañadas, incluso socavadas, las diferentes estrategias del dominio del tiempo que, elaboradas y dispensadas a lo largo de los siglos, han ritmado y regido toda la historia en Occidente, comenzando por aquella que escindió a Cronos en tiempo de la naturaleza y tiempo de los seres humanos. ¿Cómo hacer frente a ese tiempo inédito para nosotros, más “indeducible” que nunca? ¿Qué transformación de la mirada, o simplemente qué transformación, necesitaríamos?

Cronos es lo omnipresente, lo inevitable, lo ineluctable, el “hijo de la finitud”, si retomamos las últimas palabras de la gran historia filosófica del tiempo que Krzysztof Pomian desplegó en El orden del tiempo.3

3 Krzysztof Pomian, L’Ordre du temps, París, Gallimard, 1984. [Hay

traducción al español, de José Doval: El orden del tiempo, Madrid,

Júcar, 1990.]

 Pero, antes que nada, es el que no se puede apresar: el escurridizo Cronos Éste es el calificativo que aparece, tan pronto como lo evocamos, desde los primeros relatos griegos hasta hoy, pasando por la célebre paradoja de Agustín en sus

Anoto un poco lo de la introducción:

De los griegos a los cristianos

“¿Qué es realmente el tiempo?” Así comienza la meditación de Agustín, tan citada que ha llegado a ser la reflexión definitiva sobre el tiempo y, a decir verdad, ha evitado una reflexión mayor. Continúa Agustín: “¿Quién puede explicarlo de una manera sencilla y breve? ¿Quién puede formarse una idea de él y luego traducirla a palabras? Por otra parte, ¿Qué tema hay más familiar y manido en nuestros comentarios y en nuestras conversaciones que el tiempo? […] ¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta lo sé, pero si trato de explicárselo a quien me lo pregunta, no lo sé”.1

1 Agustín, Les Confessions, Œuvres de Saint-Augustin, 13, París, Institut

d’Études Augustiniennes, 1998, 11, 14, 17. [De aquí en adelante

cito la obra en español, pero sigo traduciendo a partir del autor y

de la misma edición que él sigue. (T.)]

 ¿Cómo podría expresarse en términos más simples la aporía constitutiva del tiempo? Aporía en el sentido literal, puesto que ningún camino nos lleva a él

En todo esto, me interesa más la formulación de la pregunta que la respuesta a la que finalmente llega Agustín, a saber, que el tiempo es “distensión” (distensio) del espíritu. Por lo tanto, lo traslada enteramente al lado de la concepción psicológica del tiempo, y cree que logra aprehender el tiempo cosmológico, el que se mide. En este punto esencial contradice a Aristóteles, para quien el movimiento es la medida del tiempo; Agustín cree, por el contrario, que el tiempo, es decir la capacidad de extensión del espíritu, es lo que permite la medición del tiempo

Para Aristóteles, en cambio, “cuando percibimos lo anterior y lo posterior, entonces decimos que hay tiempo, porque esto es lo que es el tiempo: el número del movimiento según lo anterior y lo posterior”.2

2 Aristóteles, Physique, 4, 220a 25. [Las traducciones de Aristóteles, y en general de los textos en griego y en latín, las hago directamente del francés, puesto que el autor traduce directamente de estas lenguas. (T.)]

Aporético, Cronos es también, en griego, el lugar de una confusión o la ocasión de un malentendido revelador. Existe, de hecho, Cronos, el tiempo, cuya etimología es desconocida, y Kronos, el personaje mítico. Hijo de Urano y Gaia, Kronos es famoso por castrar a su padre Urano, a petición expresa de su madre

Tras llegar así al poder, Kronos se casa con Rea, y a partir de entonces se asegura de devorar a sus hijos a medida que nacen, para evitar que alguno de ellos, a su vez, lo destrone. Ya conocemos el resto de la historia. Zeus, finalmente, le hace sufrir el mismo destino que Kronos había reservado a su propio padre, y así se convierte en el amo de dioses y hombres. Estamos en el registro de los mitos de soberanía que no tienen nada que ver con el tiempo, o sólo negativamente, ya que devorar a los hijos es la mejor manera de detener el tiempo. Esto no impide que se produzca una contaminación entre Kronos y Cronos; Cronos, el tiempo ordinario, será percibido de manera duradera como el que devora o siega, con los rasgos de Saturno devorando a sus hijos o del Padre Tiempo armado con su guadaña.3

3 Erwin Panofsky, “Le Vieillard Temps”, en Essais d’iconologie. Thèmes

humanistes dans l’art de la Renaissance, traducción al francés de

Claude Herbette y Bernard Teyssèdre, París, Gallimard, 1967,

pp. 105-130.

Ésta no es la única ni la última palabra de los griegos en este asunto, pues también hubo toda una mitología que hacía de Cronos una deidad primordial colocada en el origen del cosmos

Éste fue el caso en las teogonías órficas. Pero, como había ya señalado Jean-Pierre Vernant, el tiempo así sacralizado es un tiempo “que no envejece”, imperecedero e inmortal. Como principio de unidad y permanencia, aparece como “la negación radical del tiempo humano”, que, por el contrario, es siempre inestable: borra, provoca el olvido y conduce a la muerte.4

4 Jean-Pierre Vernant, Mythe et pensée chez les Grecs, París, Maspero,

1971, pp. 98-99. [Hay traducción al español por editorial Taurus.]

5 Anaximandro, Fragment, B. 1, Les présocratiques, edición preparada

por Jean-Paul Dumont, París, Gallimard, Bibliothèque de la Pléiade,

1988, p. 39.

 Para Anaximandro de Mileto, filósofo presocrático del siglo vi a.C., Cronos no se diviniza, pero existe un “orden del tiempo” (taxis) que tiene que ver con la justicia. “Las cosas que son”, escribe, yendo de la generación a la destrucción “según la necesidad”, “se hacen justicia mutuamente y reparan sus injusticias de acuerdo con el orden del tiempo”.5

 El tiempo no se confunde con la justicia, pero es, si no un agente, al menos aquello que permite que la justicia se manifieste, haciendo posible que a una injusticia siga su reparación. Se puede captar aquí el principio de un tiempo cíclico que juzga. Esta supuesta relación entre tiempo y justicia contribuirá a hacer posible, muchos siglos más tarde, la concepción de la Historia como tribunal del mundo. Sin embargo, entre Anaximandro y Hegel existe todo el aparato cristiano del tiempo que culmina en el Juicio Final

CRONOS DESDOBLADO

Para tratar de capturar a Cronos, todas estas elaboraciones mitológicas narran, en el fondo, un desdoblamiento del tiempo, entre un tiempo original inmortal, inmutable, envolvente del universo, y un tiempo humano perecedero. Si Aristóteles, con su definición, se aparta de esta noción, Platón, su maestro, la retoma para elaborar su propia definición del tiempo como “imagen en movimiento de la eternidad”. En efecto, existe, por un lado, el mundo de los dioses eternos y, por el otro, “nuestro mundo”, hecho por el demiurgo a imitación del primero. Pero, para perfeccionar el parecido entre ambos, Platón tropieza con un impedimento, pues está, de un lado, una vida eterna y, del otro, una vida engendrada. La mejor solución que encontró fue crear el tiempo como imagen en movimiento de la eternidad, en movimiento porque avanza según el número. Esto implica el nacimiento del sol, la luna y otros cuerpos celestes que “aparecieron para definir y preservar los números del tiempo”.6

De este trasfondo griego, Agustín conserva lo que le sirve para su propósito: el desdoblamiento del tiempo y el contraste entre éste y la eternidad. Para capturar el tiempo, despliega una doble estrategia: pensar el tiempo, emprendiendo, como acabamos de recordar, un análisis fenomenológico para responder a la pregunta “¿qué es el tiempo?”; y pensarlo, también, oponiendo la eternidad de Dios a la temporalidad humana, resultado del pecado de Adán y marca, de ahí en adelante, de la finitud de los hombres. La Caída es caída en el tiempo

Dice Agustín en su diálogo con Dios: “Eres idéntico a ti mismo, y tus años no se desvanecerán. Tus años no van ni vienen; los nuestros van y vienen para que todos puedan venir. Tus años existen todos juntos, porque existen; ni son excluidos los que van por los que vienen, porque no pasan. Pero todos los nuestros llegarán a ser cuando ninguno de ellos exista ya. Tus años son un único día, y tu día no es cada día, sino un hoy, porque tú ‘hoy’ no cede el paso al mañana ni sucede al día de ayer. Tu ‘hoy’ es la eternidad”.7

7 Agustín, Confesiones, op. cit., 11, 13, 16.

Estas pocas frases son cruciales para la conformación del orden cristiano del tiempo. Del lado de Dios, el “yo soy el que soy”, hay eternidad, ya sea un hoy perpetuo o un presentismo absoluto, mientras que, del lado de los hombres, es lo contrario: los años van y vienen, y un año sigue al otro hasta que todos hayan pasado. Lo que lleva a esta cuasi paradoja: el tiempo es, en última instancia, porque tiende a no ser. En efecto, el pasado ya no existe, el futuro aún no es y el presente, si fuera siempre presente, sería la eternidad. El mismo movimiento que abole el tiempo es, por lo tanto, también lo que lo constituye. Así, sólo la fe, co6 Platón, Timeo 37b-38c, traducción de Luc Brisson, París, GarnierFlammarion, 1992.

ÍNDICE

=      Criterios de traducción

=      Prefacio. El presente indeducible

=      Introducción. De los griegos a los cristianos

1.

=      El régimen cristiano de historicidad: Cronos entre

Kairos y Krisis

=      Los evangelios y el tiempo

=      El horizonte apocalíptico

=      El Nuevo Testamento y el futuro apocalíptico

=      Las Epístolas de Pablo

=      Un régimen de historicidad inédito: el régimen cristiano

2.

=      El orden cristiano del tiempo y su difusión

=      Tiempo ordinario: los calendarios y las eras

=      La entrada en escena de los cronógrafos

=      Historia contra los paganos de Orosio y La ciudad

de dios de Agustín

=      Las tablas pascuales: años de la encarnación,

fin de los tiempos

3.

=      Negociar con Cronos

=      La accommodatio

=      La translatio

=      La reformatio

4.

=      Disonancias y fisuras

=      La renovatio desviada: los humanistas

=      La translatio rechazada y transformada

=      La accommodatio pervertida

=      La cronología bíblica enmendada

=      Dos centinelas: Bossuet y Newton

5.

=      Bajo el imperio de Cronos

=      La cerradura bíblica estalla

=      El progreso

=      La historia y las recuperaciones de kairos y krisis

=      El caso de Ernest Renan

=      Cronos sacudido y cuestionado

6.

=      Cronos destituido, cronos restituido

=      Una nueva fractura de cronos

=      Cronos destituido, relegado: el presentismo

=      Cronos restaurado: el nuevo imperio de cronos

=      Conclusión. El Antropoceno y la historia

=      Índice onomástico

FICHA TÉCNICA:

1 Libro

360 Páginas

En formato de 13.5 por 21 por 2.1 cm

Pasta delgada en color plastificada

Primera edición 2022

ISBN 9786070312618

Autor Francois Hartog

Traducción de Norma Durán

Editor Siglo XXI

 

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CÓMO OCCIDENTE HA PENSADO EL TIEMPO DESDE

EL PRIMER CRISTINIANISMO HASTA HOY 

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