ESTO TE VA A DOLER
1 Libro Autor Adam Kay
Editor Planeta
PRIMERA EDICIÓN
LIBRO POR ENCARGO
“Adam Kay ha hecho más por la salud que la mayoría de los médicos
Tras leer su
libro, nadie va a volver a pisar una consulta”
EL
GRAN WYOMING
HISTORIAS DISPARATADAS DE
UN MÉDICO RESIDENTE
Bienvenido
al estimulante trabajo de médico:
97
horas a la semana y disponibilidad los 365 días del año
Bienvenido
a un sunami de fluidos corporales compensados
por
unos ingresos económicos inferiores a los de un parquímetro
Di
adiós a tus relaciones familiares, amorosas y a tus amistades
Bienvenido
a tu vida como médico en prácticas
Tras cinco años sin ejercer la medicina y dedicado
a escribir series de comedia para televisión,
Kay recibe un aviso del colegio de médicos
comunicándole que le van
a quitar la licencia
Aprovecha
entonces para rescatar sus diarios de médico
en
prácticas y hacer un repaso a sus años en la sanidad pública
El resultado es un tronchante diario no exento del mejor humor negro,
lleno de anécdotas e historias protagonizadas por médicos,
pacientes y administrativos
asqueados y hartos
Una
mirada irónica y desmitificadora de la vida en los hospitales que ha sido un
fenómeno en Reino Unido y que pronto se convertirá en serie
EL LIBRO DEL AÑO EN REINO UNIDO
“Hilarante
y desgarrador a partes iguales”»
The Times
“Tan
divertido como políticamente incorrecto”
The Independent
ÍNDICE:
Introducción
Capítulo 1
Residente
de primer año
Capítulo 2
Residente
de segundo año
Capítulo 3
Residente
de tercer año
Capítulo 4
Residente
de cuarto año
Capítulo 5
Adjunto
– Primer Destino
Capítulo 6
Adjunto
– Segundo Destino
Capítulo 7
Adjunto
– Tercer Destino
Capítulo 8
Adjunto
– Cuarto Destino
Capítulo 9
Adjunto
sénior
Capítulo 10
La
vida después
Agradecimientos
FICHA TÉCNICA:
1
Libro
288
Páginas
Pasta
delgada en color plastificada
Primera
edición 2017
ISBN
9788408190752
Autor
Adam Kay
Editor
Planeta
FAVOR DE PREGUNTAR
POR EXISTENCIAS EN:
Correo
electrónico:
Celular:
6671-9857-65
Gracias
a Google por publicarnos
Quedamos
a sus órdenes
=
= = = = = = = = = =
TOMADO DEL CAPÍTULO 1 DEL LIBRO: "ESTO TE VA A DOLER"
ResponderEliminarautor Adam Kay
HISTORIAS DISPARATADAS DE UN MÉDICO RESIDENTE
La decisión de trabajar en medicina es, básicamente, como cuando recibes un correo electrónico a principios de octubre pidiéndote que escojas los platos del menú de la cena
de empresa de Navidad. Lo más seguro es que elijas el pollo, para curarte en salud, y es más que probable que todo salga bien. Pero ¿qué sucede si alguien comparte en Facebook un vídeo abominable sobre cría intensiva de pollos el día antes y ves cómo les arrancan el pico en masa? ¿Y qué pasa si Morrisey muere en noviembre y, por respeto a él, le das la espalda a una vida que hasta entonces habías consagrado casi por entero a comer carne? ¿Qué ocurre si, de repente, se te declara una alergia mortal a los escalopes? A fin de cuentas, nadie sabe qué le apetecerá cenar dentro de sesenta días.
Los médicos eligen su carrera universitaria antes de cumplir los dieciocho años, antes de tener siquiera la edad legal para enviar una fotografía de sus propios genitales por el móvil. Cuando te sientas y te preparas para las pruebas de acceso universitario, das el pistoletazo de salida a
una trayectoria que continuará hasta que te jubiles o te mueras. Y, a diferencia de lo que sucede en la cena de Navidad...
TOMADO DEL CAPÍTULO 1 DEL LIBRO: "ESTO TE VA A DOLER"
autor Adam Kay
HISTORIAS DISPARATADAS DE UN MÉDICO RESIDENTE
TOMADO DEL CAPÍTULO 1 DEL LIBRO: "ESTO TE VA A DOLER"
ResponderEliminarautor Adam Kay
HISTORIAS DISPARATADAS DE UN MÉDICO RESIDENTE
... de la empresa, nadie te cambiará el pollo por sus brochetas de tofu: una vez escoges, es para siempre.
A los diecisiete años, tus motivos para querer ser médico suelen ir en la línea de «Mi padre/mi madre es médico», «Me gusta mucho Anatomía de Grey» o «Quiero encontrar una cura para el cáncer». Los motivos uno y dos son ridículos, y el tercero, muy loable, sería maravilloso si no fuera porque eso lo hacen los científicos que se dedican a la investigación, no los médicos que visitan pacientes. Además, tomarle la palabra a alguien de esa edad es un poco injusto, comparable a considerar documento legalmente vinculante el dibujo de «Quiero ser astronauta» que hiciste a los cinco años.
Por lo que a mí respecta, no recuerdo haber tomado nunca la decisión de estudiar Medicina. Fue más bien la configuración por defecto de mi vida, como el tono de llamada de las marimbas en el móvil o la foto de archivo de una cordillera en el fondo de pantalla del ordenador.
Me crié en el seno de una familia judía (aunque, en realidad, a la mayoría de nosotros lo único que nos interesaba de la tradición judía era su gastronomía), estudié en una de esas escuelas que, en esencia, es una especie de máquina de producir médicos, abogados y ministros como churros, y mi padre era médico. Tenía todos los números.
Como las facultades de Medicina reciben diez veces más solicitudes que plazas ofertan, todos los candidatos deben someterse a una entrevista, y solo los que salen airosos frente al
jurado obtienen plaza. Se da por sentado que todos los aspirantes tienen una nota de corte altísima, por lo que las universidades basan sus decisiones en criterios no académicos. Y
tiene sentido: un médico debe estar psicológicamente preparado para desempeñar su trabajo, debe ser capaz de tomar decisiones bajo una presión aterradora, de dar malas noticias...
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autor Adam Kay
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... a parientes angustiados y de lidiar con la muerte en su día a día. Y también debe tener algo que ni se aprende de memoria ni puede evaluarse: un buen médico debe tener un corazón inmenso y una aorta dilatada que bombee un inmenso flujo de compasión, amabilidad y empatía humana.
Al menos, eso es lo que se podría pensar. Pero, en realidad, a las facultades de Medicina todo esto les importa un bledo. Ni siquiera comprueban si te mareas cuando ves sangre. En lugar de eso, se centran en tus actividades extraescolares. Su alumno ideal ha sido capitán de dos equipos de deporte, campeón de natación de su municipio, director de la orquesta de jóvenes y del periódico de su instituto. Se trata, pues, de un concurso de popularidad en el que el premio final no es una banda ni una corona. Al buscar el nombre de cualquier médico famoso en la Wikipedia encontramos cosas como: «Demostró ser un excelente jugador de rugby en las ligas juveniles. Destacó como corredor y, en su último año de carrera, fue cocapitán del equipo de atletismo». Esta descripción en concreto corresponde a Harold Shipman, acusado de matar a 218 pacientes y conocido por ser uno de los peores asesinos en serie de la historia moderna, así que quizá el sistema no sea demasiado fiable.
El caso es que el Imperial College de Londres tomó en consideración el que yo cursara octavo curso de piano y saxofón, así como algunas reseñas de teatro un poco chapuceras que había redactado para la revista del instituto, y decidió que aquello me cualificaba a la perfección para pasarme la vida en hospitales. De manera que en 1998 hice las maletas y me embarqué en un traicionero viaje de diez kilómetros de Dulwich a South Kensington.
Como es fácil imaginar, aprenderse hasta el último detalle de la anatomía y la fisiología del cuerpo humano, así ...
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autor Adam Kay
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...como todos sus posibles fallos y afecciones, es una empresa descomunal. Pero la emoción de saber que algún día sería médico, algo tan trascendental que, literalmente, te cambia el nombre, como si fueras un superhéroe o un delincuente internacional, me impulsó hacia mi objetivo durante aquellos seis largos años.
Y allí estaba yo, convertido en un residente de primer año. De haber acudido a Saber y ganar y haber escogido la especialidad de «cuerpo humano», habría sido imbatible.
En casa se habrían puesto todos como locos y le habrían gritado a la pantalla por haber escogido un tema demasiado amplio y no haberme decantado por algo como arterioesclerosis» o «juanetes». Pero se habrían equivocado: la habría clavado.
Había llegado por fin el momento de lanzarme a la palestra, armado con todos aquellos conocimientos exhaustivos, y poner en práctica la teoría. Me moría de ganas. De ahí que me cayera como un cubo de agua fría descubrir que me había pasado un cuarto de mi vida en la facultad de Medicina y no estaba ni remotamente preparado para la existencia del doctor Jekyll y míster Hyde que llevan todos los médicos internos.
Durante el día, el trabajo era llevadero, aunque resultaba aburrido y consumía una cantidad de tiempo demencial.
Cada mañana te presentabas para la «ronda de visitas», donde el equipo médico al completo examinaba sin prisas a cada uno de los pacientes que tenía asignados. Te colocabas en fila detrás del médico, como un patito hipnotizado, asomabas la cabeza por uno de los lados, sin molestar, y anotabas todo lo que decían los médicos tutores: reservar hora para una resonancia magnética, derivar a un paciente a reumatología o preparar un electrocardiograma. Luego...
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autor Adam Kay
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...te pasabas el resto de la jornada laboral (y normalmente un par de horas extra que nadie te pagaba) realizando docenas o, en ocasiones, centenares de tareas adicionales, como rellenar formularios y hacer llamadas telefónicas. En esencia, era una secretaria con ínfulas, que en realidad no era para lo que yo me había formado, pero bueno.
Por su parte, los turnos de noche lograron que el infierno de Dante pareciera Disneylandia: una pesadilla implacable que me hizo lamentar haber pensado alguna vez que mi educación estaba siendo infrautilizada. Por la noche, los médicos internos residentes reciben un busca y asumen la responsabilidad de todos los pacientes del hospital. ¡De todos y cada uno de ellos! En el turno de noche, los internos residentes de categoría superior y los especialistas están en
urgencias examinando pacientes e ingresandolos, mientras los internos se encargan del hospital y dirigen solos el barco, un barco inmenso en el que se ha prendido fuego y que,
en realidad, nadie les ha enseñado a capitanear. Te han formado para examinar el sistema cardiovascular del paciente, para conocer la fisiología de los vasos coronarios…, pero
ser capaz de detectar todos los síntomas y las señales de un ataque al corazón es muy distinto de gestionar uno la primera vez que te enfrentas a la situación.
El busca te manda de sala en sala, de enfermero en enfermero, de urgencia en urgencia. No se acaba nunca, no deja de sonar en toda la noche. Tus colegas más experimentados están atendiendo pacientes en urgencias, con problemas concretos como neumonías o piernas fracturadas. Tus pacientes presentan urgencias similares, pero, además, ya están hospitalizados, lo que significa que antes de eso ya les pasaba algo. Te enfrentas a una ensalada variada de síntomas, aliñada con afecciones y servida sobre un lecho de en...
TOMADO DEL CAPÍTULO 1 DEL LIBRO: "ESTO TE VA A DOLER"
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...fermedades. Así, acabas con un paciente con neumonía al que hospitalizaron por un fallo renal o con un paciente que se ha roto la pierna al caerse de la cama mientras tenía otro
ataque epiléptico. Te conviertes en un departamento de urgencias unipersonal, móvil y sin formación suficiente, empapado en fluidos corporales (y no de los divertidos), obligado a revisar un torrente infinito de pacientes con enfermedades graves que doce horas antes tenían a todo un equipo médico ocupándose de ellos. Y de repente darías un ojo por ser un ejecutivo con una jornada de dieciséis horas o, lo ideal, por tener un empleo intermedio que no esté ni
muy por debajo ni muy por encima de tus capacidades.
O te hundes o sales a flote, y tienes que aprender a nadar porque, de lo contrario, una tonelada de pacientes naufragarán contigo. Yo, en realidad, lo encontraba perversamente estimulante. Por supuesto que había que trabajar duro, que el horario rayaba lo inhumano y que vi
cosas que siguen lacerándome la retina hoy en día, pero era médico.
Martes, 3 de agosto de 2004
Día uno. H3
me ha preparado un tupper para mediodía.
Tengo un estetoscopio 4 nuevo, una camisa nueva y una di3 H me padece como pareja desde hace seis meses. No se preocupen, no voy a obligar a nadie a memorizar una infinidad de nombres de personajes. Esto no es Juego de tronos.
4
Estoy más que dispuesto a explicar la terminología médica a medida que vaya apareciendo, pero, si alguien no sabe lo que es un estetoscopio, quizá será mejor que le regale este libro a otra persona.
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autor Adam Kay
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...rección de correo electrónico nueva:... ¿Atom? Me reconforta saber que, al margen de lo que suceda hoy, nadie podrá acusarme de ser la persona más incompetente del hospital. Porque, en caso de serlo, siempre puedo echarle la culpa al tal Atom Kay.
Saboreo el potencial de esta anécdota para romper el hielo, pero más tarde, en el bar, mi amiga Amanda la supera con creces. Amanda se apellida Saunders-Vest y han escrito su nombre como si «guion» formara parte de su apellido, de manera que su dirección de correo electrónico es: ....
Miércoles, 18 de agosto de 2004
El paciente OM es un técnico de calefacciones jubilado de setenta años, vecino de Stoke-on-Trent. Pero, esta noche, Matthew va a convertirse en un profesor alemán excéntrico con un acento poco convincente. Y no solo esta noche, sino también las mañanas, las tardes y todos los días que pase hospitalizado, debido a la demencia que padece, exacerbada por una infección del tracto urinario.5
La rutina preferida del profesor OM es perseguirnos durante la ronda de visitas por el hospital con su camisón de enfermo del revés, como si fuera un abrigo blanco (y con poca ropa interior, por si a alguien le apetece una salchicha para desayunar), e intervenir con un: «¡En efecto!»,
un «¡Correcto!» o alguno que otro «¡Es usted un genio!» cuando un médico dice algo.
5
A las personas mayores, las infecciones del tracto urinario, o cualquier tipo de septicemia leve, les hace perder un poco la chaveta.
TOMADO DEL CAPÍTULO 1 DEL LIBRO: "ESTO TE VA A DOLER"
autor Adam Kay
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