UNA GUÍA FILOSÓFICA
1 Libro Autor Samir Chopra
Editor PAIDOS Contextos
Primera edición 2025
LIBRO RECOMENDADO Y POR
ENCARGO
Publicado originalmente en inglés por:
Princeton University Press
Todo
libro sobre la ansiedad ha de comenzar por fuerza con una lista de amplias
observaciones sociológicas y estadísticas, cada una de las cuales mostrará cuán
común es el sufrimiento causado por la ansiedad (y la angustia) en la sociedad
contemporánea, y hoy en día, además, cuán habitual es el hecho de medicarse
para ello de manera formal o informal. De tal guisa nos enfrentamos a la
espantosa persistencia de la ansiedad, un aspecto aparentemente inextirpable de
la condición humana, pues el registro histórico y cultural de nuestra
civilización revela que cada generación humana se ha visto afligida por formas
de extrema ansiedad, cuyas peculiares manifestaciones y expresiones se caracterizan
por su cultura material y sus circunstancias concomitantes. A veces, al leer
antiguas descripciones de estados de ánimo evocados por legendarias crisis
sociales, culturales y políticas, y al compararlos con los referidos por
nuestros conciudadanos durante sus tribulaciones, advertimos que las ansiedades
arcaicas han hallado en esta era una distintiva expresión contemporánea. Muchas
épocas se han proclamado a sí mismas un «cénit» de la «ansiedad cultural», o
una era de la ansiedad «sin precedentes», ya fuesen los años treinta, cuarenta,
cincuenta, sesenta o dos mil; cada época imagina (de una forma distintiva de compungida
autounción) que sus circunstancias materiales, sociales y políticas han elevado
nuestro malestar latente con el mero hecho de la existencia hasta convertirlo
en un terror absorbente. Se diría que cada edad del ser humano es una «edad de
la ansiedad»; cada época acoge sus monstruos idiosincrásicos de «temor» y
«angustia», que ocultan ansiedades primigenias vagamente comprendidas con su
nuevo atuendo
Mientras
que el miedo y la preocupación parecen basados en objetos y circunstancias
específicos, la ansiedad es incipiente, un temor informe, un «miedo de nada».
¿Por
qué la sentimos y debemos sufrirla? En respuesta, las diferentes épocas han
caracterizado la ansiedad y la angustia de distinto modo: como una crisis
espiritual de fe, creencia y sentido; un constructo cognitivo - conductual
resultante de las respuestas condicionadas a los entornos físicos y sociales
del hombre; un instinto animal limitado a las criaturas con un sentido temporal
que anticipan su propia muerte; una respuesta al estrés material o a las
represiones sexuales de la sociedad; una aflicción médica provocada por una
neurofisiología defectuosa, un problema exclusivo de nuestra biología y
arquitectura física. La interpretación psicoanalítica freudiana, pertrechada
con sus nociones teóricas del inconsciente y una mente tripartita, trata la
ansiedad resolviendo el conflicto psíquico interno; la psiquiatría y la
neurociencia contemporáneas aíslan y modifican los mecanismos biológicos
de
la ansiedad, mientras que las tradiciones filosóficas y contemplativas buscan
el significado más que el mecanismo de la ansiedad para quienes la padecen
Quien sufre ansiedad posee una consciencia del
tiempo finito como pasado, presente y futuro, y el miedo al dolor o sufrimiento
futuro inespecificable; la ansiedad es en parte una disfunción biológica,
aunque el nexo causal entre la biología y esta sigue siendo poco claro y no
especificado; en otra parte, una función de nuestros entornos naturales y
construidos, de la primacía de la crianza frente a la naturaleza; puede indicar
una aguda crisis espiritual para el creyente, una incapacidad de reconciliarse
con la fe y las demandas de la existencia; puede ser un indicador de una mente desgarrada
y no unificada, atormentada por su pasado; puede ser el síntoma de una cultura
y una sociedad alienantes y opresivas; puede ser la naturaleza misma de la consciencia
humana.
La
ansiedad parece ser una condición humana perenne y universal, que permanece a
pesar de la impresionante marcha hacia delante de la psicología, la
farmacología y la neurofisiología empíricas bien financiadas, un fenómeno igual
de impresionantemente misterioso, que no es fácil de acomodar en los paradigmas
y marcos científicos, ni por parte de ellos. No sabemos bien cómo ni dónde encajar
la ansiedad; fingir lo contrario es ser como el «caminante» de Sigmund Freud
que «silba en la oscuridad», mas no por ello ve con más claridad
La propia diversidad de la ansiedad y la
angustia, sus causas aparentemente dispares, sus múltiples complejidades y
manifestaciones, nos recuerdan que los seres humanos somos criaturas complejas,
no meros autómatas biológicos, no frutos exclusivos de la naturaleza, de la
crianza, de las relaciones de clase o de las identidades de raza o de género.
La ansiedad es un recordatorio aterrador de que somos seres complejos que no
nos resolvemos con facilidad en los átomos de nuestras teorías favoritas
Nuestra
era es quizá especialmente ansiosa porque ha de afrontar el optimismo y los
logros técnicos y materiales de nuestros tiempos con la descorazonadora
sensación de que nada de ello importa demasiado. Los prósperos y poderosos
siguen siendo derribados en pleno vuelo, en medio de su fama y su fortuna;
pueden permitirse médicos caros, y sus vidas son más largas y más confortables que
las de la plebe; pueden huir del cambio climático en sus aviones privados como
el que escapa de un huracán o una inundación; pero tanto ellos como sus seres
queridos sucumben igual que el resto de nosotros al cruel infortunio, a las
bombas de tiempo biológicas de la disfunción genética y a la aterradora eventualidad;
también ellos reciben noticias y son testigos del sufrimiento y la muerte de
todas las personas cercanas y queridas. La movilidad ascendente, el «éxito
social», puede permitir a algunos comprar a sus hijos las mejores ropas, la
mejor educación en una universidad de la Ivy League y organizarles costosas
clases de piano, pero no puede proteger sus más preciosas posesiones contra un
conductor ebrio, un accidente de avión, una enfermedad mortal como un cáncer pediátrico,
el cambio climático progresivo o, lo peor de todo, una neurosis y un rechazo de
este mundo que se manifiesta en enfermedades mentales agudas, en psicopatologías
o en la autoextinción del suicidio. La persistente y perturbadora constatación
de que nuestro dominio técnico y material de la naturaleza, nuestro poder económico
y nuestras proezas científicas dejan intactos nuestros dilemas existenciales
fundamentales relativos a la mortalidad y la limitación es una buena causa para
el terror creciente; no hay «ninguna salida»
Nuestras
perplejidades contemporáneas son mayores, toda vez que nos hemos alimentado con
una dieta de reclamos progresistas y optimistas sobre la imparable marcha hacia
delante de la ciencia a través de los reinos mentales y físicos, y el incesante
progreso tecnológico hacia utopías imaginadas de abundancia; y, sin embargo, sentimos
todavía una regresión instantánea a la profunda ansiedad ante el más mínimo
indicio de mortalidad: quizá porque, tal como sugiere una catástrofe debida al
cambio climático ya en marcha, nos hemos dado cuenta de que estos sueños de
progreso material, de dominio de la naturaleza, son también nuestras
pesadillas, que conducen al borde del desastre todo lo que apreciamos (como los
cielos limpios, el agua potable o el futuro de nuestros hijos); o tal vez
porque esas modernas herramientas electrónicas de comunicación, nuestros
juguetes indispensables, que se suponía que aumentarían el conocimiento mutuo,
el empoderamiento político y la empatía, han generado, en cambio, una
disfunción política e intelectual, y han respaldado una vez más a los
poderosos. Quizá sea porque sentimos que, por muy grande que sea nuestro dominio
de las técnicas que nos permiten pulir y abrillantar nuestros exteriores
materiales, en nuestros interiores psíquicos seguimos siendo las mismas
criaturas temerosas, inseguras y ansiosas
Esta
ubicuidad, esta persistencia, esta presencia ofrecen una clave acerca de la
naturaleza de la ansiedad, su lugar en nuestras vidas y lo que podemos hacer al
respecto
La
ansiedad guarda una estrecha relación con la filosofía, la más vieja de las
obsesiones humanas; nos vemos impulsados a rumiar, a practicar la
introspección, a filosofar, porque sentimos curiosidad acerca de aquello que nos
aflige y nos atormenta, incluso cuando no existe ninguna amenaza visible;
acerca de por qué, pese a nuestros mayores éxitos y comodidades materiales y
nobles empresas intelectuales, a pesar de lograr todo lo que se esperaba de
nosotros, seguimos ansiosos y temerosos. No es de extrañar que la filosofía se
vea como un recurso para la ansiedad, pues el filósofo, el amante de la
sabiduría, la arquetípica persona sabia, se considera desde hace tiempo un
médico del espíritu y del alma (un «psicoterapeuta», un sanador de la psique en
el sentido etimológico preciso), una antigua analogía que se remonta a los albores
de la tradición filosófica
Los tratamientos filosóficos de las
aflicciones del alma requieren un autoexamen metafísico y moral,
autodescubrimiento y autoaceptación: la filosofía se dirige a uno mismo
No
obstante, la ansiedad no es meramente un problema para el que la filosofía
ofrece una solución, una aflicción para la que la filosofía brinda una cura.
Antes bien, la ansiedad y la filosofía guardan una íntima relación; la
ansiedad
es el «sustrato» mismo del que brota y florece la filosofía, ya que una forma distintiva de ansiedad, como
la que se pone de manifiesto en la investigación filosófica, es una respuesta
humana fundamental a nuestra finitud, mortalidad y limitación epistémica. La
investigación (la formulación de interrogantes, el intento de disipar la
incertidumbre) responde a esta ansiedad. El ser indagador, cuestionador y
filosófico es, en una dimensión crucial, el ser ansioso. Las criaturas ansiosas
filosofan porque están insatisfechas y descontentas con lo que saben y creen
sobre el mundo; pretenden investigar, eliminar las dudas
¿Cuál
es la naturaleza de nuestro ser?
¿Qué
clase de mundo es este?
¿Es
acaso un mundo en el que el bien es recompensado?
¿Será
realizable la felicidad en este mundo?
¿Es
este el único mundo que existe?
¿Cuál
es la naturaleza del otro mundo, el más allá?
¿Qué
es lo que desconocemos?
¿Podemos
estar seguros de algo?
¿Existen
verdades que jamás conoceremos?
La
investigación ética revela una aguda ansiedad moral:
«¿Estoy
haciendo lo correcto?
¿Cuál
es la manera adecuada de tratar a los demás?
¿De
vivir?
¿Y
si no lo hago bien?».
Nuestro
«amor por la sabiduría», nuestra «filosofía» es genial, pero no lo impulsa la
mera curiosidad ociosa; las respuestas que buscamos son remedios para una
sensación de admiración y asombro teñida de terror. Los profundos interrogantes
no respondidos en filosofía, para los que sentimos que nuestras respuestas
poseen una importancia inmensa, llevan consigo una gran ansiedad respecto de la
posibilidad de la respuesta «incorrecta». A pesar de que la ansiedad, o
«angustia» o «pavor», no se nombra formalmente hasta el siglo xix, podemos
reconocer sus efectos en escritos filosóficos anteriores: un filósofo puede
describir una especie de sufrimiento (espiritual, moral, epistémico)
identificable como ansiedad; se esconde entre las líneas de muchas expresiones
de perplejidad, asombro e incertidumbre en el corpus filosófico. Y dado que la
filosofía prestaba atención a aquellos que filosofaban y no solo a las
doctrinas que creaban (¿qué sentía el interrogador cuando planteaba esas agudas
cuestiones epistémicas, metafísicas y morales?), la ansiedad llegó a ser un
problema filosófico por derecho propio, que no tardaría en concebirse como una
característica indeleble de la existencia humana, un componente constitutivo de
la consciencia humana
En
esta obra, que se nutre de las ideas de las tradiciones filosóficas antiguas y
modernas del budismo, el existencialismo y la teología existencial, la teoría
psicoanalítica y la teoría crítica, aspiro a ofrecer una guía filosófica para
la ansiedad y la angustia. Como indica mi lista de fuentes, si no aceptamos una
trifurcación tradicional (e interesada en términos académicos y profesionales)
entre psicología, filosofía y religión, entonces se amplía la gama de
especulaciones filosóficas sobre la ansiedad, pues muchos mandamientos y
prescripciones religiosos o espirituales para buscar alivio de la ansiedad son
filosóficos tanto en su forma como en su contenido, y también lo son muchas curas
psicológicas para la ansiedad, tanto en sus fundamentos como en su modalidad de
tratamiento.
El
debate acerca de lo que es la ansiedad no resulta insignificante en la divisa
de nuestra cultura: si se considera un fenómeno biológico y médico, un problema
de reconfiguración cerebral y alteración de los desequilibrios químicos, las
profesiones neurofisiológicas y psiquiátricas salen ganando en capital
intelectual, cultural y financiero; si se encuentra que es una noción
psicológica y conductual, entonces se llevan la palma los psicoterapeutas, los
psicólogos clínicos y terapeutas varios
Mi intención es señalar aquellas
interpretaciones filosóficas de la ansiedad que se centran en el padecimiento
humano de esta e indagan su significado, y no pretenden reducirla sugiriendo
que nuestra ansiedad no es «nada más que X». Decirle a quien padece ansiedad
que su sufrimiento no es sino una disfunción física no aporta nada a la
comprensión del significado y la relevancia que dicha disfunción podría tener
para quien la sufre
¿Qué
significa ofrecer una guía filosófica para la ansiedad?
En primer lugar, esta
es una introducción a las teorías filosóficas sobre la ansiedad, a lo que los
filósofos (en efecto, algunos varones escogidos) han dicho acerca de la
ansiedad, que traduce con suerte sus preocupaciones aparentemente esotéricas a
otras cotidianas, e indica cómo sobrellevarlas comprendiendo el papel que
desempeña la ansiedad en la condición humana. Las reflexiones filosóficas que
nos ofrecen el Buda, Friedrich Nietzsche, Søren Kierkegaard, Paul Tillich,
Martin Heidegger y Sigmund Freud sugieren que estar ansioso es ser humano y qué
ser humano es estar ansioso. Aquí la ansiedad no es siempre una patología que
hay que erradicar, sino a menudo una parte ineluctable e indispensable de
nosotros mismos; estar ansioso supone recibir confirmación de nuestra humanidad
y condición de persona, una comprensión de nuestro lugar en el mundo. Estamos
ansiosos porque somos una clase particular de entidad, ubicada en una relación
muy particular con el resto del cosmos.
La
comprensión de la naturaleza de nuestro ser y de esta relación es clave para
entender la naturaleza de nuestras ansiedades; y viceversa, ya que la
comprensión de nuestras ansiedades nos ayuda a entender nuestro ser.
En
estas páginas me moveré por cuatro frentes. En primer
lugar, consideraré el budismo como una especie de filosofía antigua,
concebida de forma autoconsciente como medicina o terapia, que sugiere que la
ansiedad humana se basa en un profundo desconocimiento de nosotros mismos y
nuestra naturaleza; nuestra ansiedad, que es una especie de sufrimiento
existencial, es indeseable y puede y debería ser erradicada, aun cuando el
camino para llegar a ese punto final deseado sea largo y arduo, y nos exija
vivir con ansiedad y afrontarla sobre la marcha.
En segundo lugar, examinaré
las obras de algunos representantes de la tradición existencialista europea de
los siglos XIX y XX, que sugieren que la angustia es el sello distintivo de la
libertad y de la existencia auténtica, así como una puerta de acceso al
autodescubrimiento y al autoconocimiento; hemos de hallar un modo de vivir con nuestra
ansiedad y, de hecho, acoger de buen grado nuestras luchas con ella, pues la
alternativa es una vida inauténtica vivida con «mala fe», en la que juguemos a
vivir esta vida en vez de aprovecharla al máximo. En
tercer lugar, consideraré la teoría psicoanalítica freudiana, que también
sugiere que la ansiedad es una parte integral e inevitable de la condición
humana (civilizada), pero que la ubica próxima a, y como un signo de, la
represión externa e interna y el conflicto psicológico; la represión y el conflicto
han de ser reconocidos e integrados en nuestro sentido de quiénes somos. Por último, introduzco las nociones de «alienación
materialista» halladas en los escritos de Herbert Marcuse y Karl Marx, quienes
sugieren que la ansiedad es una respuesta humana a las condiciones
deshumanizadoras y alienantes de la vida social; en lugar de aceptarla,
deberíamos afanarnos por transformar (a veces de manera radical) el mundo
social, político y cultural para reducir su papel creador de ansiedad en nuestras
vidas. Esta surge de quiénes somos y de lo que somos, de cómo decidimos
organizar nuestras sociedades, de cómo tratamos a los demás y esperamos ser
tratados a cambio; una comprensión filosófica de la ansiedad, pues, es una
filosofía existencial, política y moral.
La
aplicación a la ansiedad de estas cuatro perspectivas mencionadas nos permite
defender que esta puede y debe ser «curada», pero solo de un modo particular, mientras
seguimos evaluando con escepticismo las fuerzas producidas por el hombre que
conspiran para mantenernos ansiosos. Los simples hechos de la existencia
limitada y mortal no cesarán de generarnos ansiedad, pero no tenemos por qué
exacerbar nuestro sufrimiento con nuestras reacciones a este ni con los
arreglos sociales que construimos para nosotros mismos. Con esta actitud
filosófica, podemos reconocer que la ansiedad es un problema y, sin embargo,
hallar una medida tanto de aceptación como de resistencia ante ella
Al
proporcionar una guía para las teorías filosóficas sobre la ansiedad, también
estaré describiendo —de forma implícita— cómo utilizar algún tipo de método
filosófico para resolver nuestro sufrimiento de la ansiedad.
Entre
estos recursos figura una reconceptualización, una reformulación de la
ansiedad, mediante una nueva comprensión filosófica: re-conocemos nuestra
espantosa y misteriosa ansiedad, la tornamos comprensible, la entendemos de un
modo diferente gracias a la adquisición de una nueva visión filosófica; la
filosofía puede ayudarnos a reclasificar la ansiedad no como una mera
patología, sino como un componente esencial de la consciencia humana, que hemos
de reinterpretar e integrar en nuestras vidas. Filosofar sobre la ansiedad es
pensar en ella, reflexionar sobre ella, en vez de limitarnos a reaccionar a ella
o sufrir sus síntomas; filosofar sobre la ansiedad es crear la posibilidad de
transformar la naturaleza de la bestia que vive dentro de nosotros porque
entendemos de manera distinta su presencia y su papel en nuestras vidas. El
resultado de la indagación franca de nuestra ansiedad (y ansiedades) puede ser
una consciencia elevada de nuestra vida y sus particulares y peculiares
desafíos, bendiciones, congojas y promesas incumplidas, que logre un agudo
ajuste de cuentas con las elecciones, decisiones y acciones posiblemente
erróneas que nos han conducido a las situaciones críticas de la vida; el
sufrimiento introspectivo resultante nos promete una mayor autocomprensión y
autoaceptación
Los
terribles trastornos de ansiedad y ataques de pánico que muchos sufren parecen,
sin embargo, inmunes a la reflexión filosófica; inmunes a la argumentación
razonada y a las afirmaciones que sugieren que nuestra ansiedad es un
componente esencial o inevitable de nosotros. Para quienes sufren de esta
guisa, la sugerencia de que la ansiedad pueda no ser perniciosa resultaría
ofensiva; y, de hecho, la clase de reflexión filosófica aquí promulgada
necesita, cuando menos, una mente no afligida por patologías que tornen
incoherente el pensamiento por lo demás claro. Para aquellos que sufren de esta
forma, la ansiedad se antoja una forastera, una presencia que ha de ser
desterrada a fin de que su mente pueda afrontar las demás demandas apremiantes
de la vida. Y, sin embargo, ni siquiera los «eficaces» ansiolíticos pueden
mejorar la ansiedad existencial fundamental (y sus variantes) descrita en las
páginas siguientes.
Huelga
decir que la mera lectura de exégesis comprensivas de doctrinas filosóficas no
te inducirá a dejar este libro y decir: «Ya lo entiendo; ya no siento
ansiedad»; una doctrina filosófica potencialmente terapéutica debe tener
sentido asimismo en términos emocionales e intelectuales. Eso sucede cuando hay
una cierta congruencia entre la forma en que has vivido, entendido e interpretado
tu vida y tu manera de comprender el alegato filosófico dirigido a ella. Y, por
consiguiente, lo que podría ocurrir, en cambio, si sopesas las afirmaciones
hechas en este libro y las reconsideras, incluso durante los momentos de
ansiedad, «trabajando sobre» ellas, es que podrías comprender y, por ende,
experimentar tu ansiedad de un modo diferente. Y, con el fin de comprender nuestra
ansiedad, hemos de experimentarla no mientras intentamos apartarla, sino
mientras tratamos de inspeccionarla, de ver a qué «apunta». Esto significa que
la analogía entre la filosofía y la medicación no nos llevará demasiado lejos,
ya que, haga lo que haga la filosofía por la ansiedad, no está ahí para
curarla. No obstante, puede ofrecer comprensión y, por ende, un desplazamiento
y posiblemente una disolución del problema: lo que parece ser un problema deja
de serlo porque, en el proceso de reinterpretarlo, hemos transformado su
identidad y su naturaleza. Si llegamos a entender nuestras ansiedades de un
modo diferente, podemos descubrir que somos capaces de vivir con ellas; podemos
llegar a entendernos a nosotros mismos y nuestras preocupaciones de una manera un
tanto distinta, una importante contribución a «la vida examinada», digna de ser
vivida
Cuando
examinamos las historias de las principales tradiciones psicoterapéuticas del
mundo (con ejemplos prominentes como el psicoanálisis y la psicoterapia
existencial), hallamos que estas se basan en la reflexión filosófica sobre la
condición humana; sus proyectos están pertrechados con un conjunto de supuestos
y axiomas filosóficos acerca de la mente humana y sus patologías
Ninguno
de los pioneros en esos campos carece de sofisticación filosófica en sus
escritos y reflexiones (siendo Freud el principal ejemplo, por descontado), ni
tampoco se disculpa por los fundamentos filosóficos en los que se basan sus
teorías terapéuticas. Como muestra de la importancia de la filosofía en las
modalidades psicoterapéuticas modernas, consideremos la «terapia cognitiva conductual»,
que sostiene que nuestras formas de pensar, sentir y actuar no son intrínsecas
a nosotros, sino fruto de un proceso permanente y continuo de aprendizaje y
condicionamiento
Dentro de esta comprensión de la disfunción
psicológica, los patrones persistentemente «defectuosos» de pensamiento y
formación y revisión de creencias conducen a conclusiones y patrones de
conducta insostenibles que podrían causarnos infelicidad, depresión y ansiedad
tanto a nosotros como a nuestros seres queridos. En respuesta, una especie de
«teoría de las virtudes intelectuales», por así decirlo, aspira a hacernos
razonar mejor con el fin de ayudarnos a albergar las emociones «apropiadas»
guiadas por las creencias «correctas», aquellas que «funcionan para nosotros»
dadas nuestras «metas vitales». La terapia cognitiva conductual es un ejemplo
de un método filosófico —abiertamente inspirado en las antiguas tradiciones
filosóficas del estoicismo, el budismo y el taoísmo— puesto en servicio para el tratamiento de los
trastornos psicológicos. Su historial en el tratamiento de la ansiedad y la
depresión es impresionante; los mejores resultados clínicos empíricos en estos ámbitos
de la psicoterapia con frecuencia provienen de la terapia cognitiva conductual
El hecho de que una especie de «terapia
cognitiva» —que trata la interpretación de nuestras creencias y la disrupción
de patrones perniciosos de pensamiento como maniobras terapéuticas clave—
suponga un tratamiento importante y a menudo eficaz en el ámbito de la
psicología clínica, así como el fundamento de una especie de asesoramiento
filosófico, debería establecer un indicio razonable de que la filosofía y la
reflexión filosófica tienen un papel que desempeñar en la mejora de la
ansiedad, como demuestran con tanto entusiasmo los escritos filosóficos sobre
la ansiedad
Concebida
en términos filosóficos, la ansiedad es un aspecto constitutivo de la condición
humana, una respuesta inevitable de la consciencia humana a la existencia; si
bien las causas y los eventos desencadenantes de las diversas clases de
ansiedad varían, siempre hallaremos ocasión de estar ansiosos. De hecho, si no
fuera así, bien podríamos sospechar que somos «anormales», ya que el sentimiento
de ansiedad es el estado «normal» de la humanidad Siempre estaremos ansiosos,
pero no tenemos que estar ansiosos por estar ansiosos. Sostendré, en gran medida
señalando a las obras de otros filósofos, que esta afirmación es más
empoderadora que debilitante. La ansiedad, al igual que las denominadas
conductas adictivas, no es de forma intrínseca una patología ni un trastorno
Cuando
lo es, es porque ha interferido con la clase de vida que deseamos vivir; pero
incluso si estamos viviendo la vida que queremos vivir, descubriremos que no
estamos libres de la ansiedad y que la reflexión sobre nuestra ansiedad puede
ayudarnos a hallar pistas para la vida que deseamos continuar viviendo
Quienes
estudian la ansiedad a través de diversas disciplinas se quejan con frecuencia
de que el término se emplea para describir fenómenos muy dispares:
sentimientos, comportamientos, estados de ánimo e incluso estados cerebrales
(¡el psicólogo clínico desea evitar cualquier confusión entre los trastornos y
los estados de ánimo existenciales!).El infame Manual Diagnóstico y Estadístico
de los Trastornos Mentales (DSM, por sus siglas en inglés), el manual de los
psiquiatras en ejercicio que prescriben tratamientos, tiene muchas aflicciones
agrupadas bajo la categoría de «trastornos de ansiedad», entre las que figuran
el «trastorno de estrés postraumático», los «ataques de pánico» o el «trastorno
obsesivo-compulsivo», cada una de ellas definida por un conjunto característico
de síntomas y medicada en consecuencia. Conforme avances en la lectura,
considera lo que crees que es tu ansiedad, cómo se manifiesta, y cómo y cuándo
los análisis filosóficos aquí descritos resuenan con tu propia experiencia
personal de ella; la precisión lingüística y definicional no es ni necesaria ni
deseable; lo que importa de veras es tu experiencia y tu comprensión sentidas
de la ansiedad. La ansiedad existencial, psicoanalítica o materialista puede
parecer diferente de la aflicción designada como «trastorno de ansiedad
generalizada», pero la reflexión a fondo sobre los síntomas y las experiencias
del trastorno cuando afecta a las vidas individuales puede revelar que el
trastorno nombrado es la forma en la que tu versión distintiva de la «ansiedad
filosófica» halla expresión en tu vida y en tu ser
Quienes
filosofan recurren con frecuencia a la filosofía (sin complejos) como una forma
de terapia, como una ayuda para navegar por los inciertos contornos y
trayectorias de la vida. La lectura de lo que los filósofos tienen que decir
sobre la ansiedad no la eliminará de nuestras vidas, pero puede que nos haga
entender por qué estamos tan ansiosos tan a menudo, y cómo la ansiedad nos ayuda
a conocernos a nosotros mismos. Mediante la reflexión filosófica sobre la
naturaleza de la ansiedad, podemos lograr una comprensión de la ansiedad y de
nuestra íntima relación con ella y, por ende, una cierta aceptación de nosotros
mismos. No podemos dejar de sentir ansiedad, pero la filosofía puede ayudarnos
a no sentir ansiedad por nuestra ansiedad
«Una
lágrima es una cosa intelectual»; otro tanto sucede con un temor, una alegría,
un arrepentimiento o una ansiedad. Ahora bien, los intelectos y sus
complejidades no son entidades incorpóreas separables de los humanos; se hallan
ligados a vidas muy particulares. En esta obra, yo también describo mi relación
personal con la ansiedad mediante el estudio de la filosofía y la reflexión
filosófica personal sobre el papel que ha desempeñado en mi vida. Señalaré mis
encuentros con la ansiedad a través de las perspectivas de mi historia de
pérdidas familiares, mis sesiones psicoterapéuticas y el alivio que experimenté
al encontrar el pensamiento filosófico. El descubrimiento más importante de
este autoexamen psicoterapéutico y filosófico fue que no había llegado a sentir
ansiedad debido al trauma de la pérdida personal; antes bien, siempre había
estado ansioso y siempre lo estaría. Por consiguiente, no podía curarme, pero
podía reconocer y aceptar al hombre del espejo; mi ansiedad me convirtió en quien
soy y no podría librarme de ella sin cesar de ser yo mismo
Así
pues, confío en que mis experiencias personales, mi invocación autoindulgente
de las memorias en las páginas que siguen, resulten de utilidad para ver cómo
ha vivido la vida una persona en respuesta a las afirmaciones filosóficas
acerca de la ansiedad y las ha incorporado a su concepción de sí misma; los
detalles particulares de mi vida diferirán de los tuyos de maneras
significativas, pero espero que, dado que ambos somos humanos, encontremos
suficientes elementos comunes que propicien un vínculo empático entre nosotros.
El puente que construyamos entre la doctrina filosófica y nuestras vidas
dependerá de las particularidades de la vida individual, por lo que tu forma de
abordar dichas doctrinas estará en función de tu especie distintiva de ansiedad
y tu narrativa interpretativa personal de tu vida
En
lo que sigue, confío en señalar un camino de mayor comprensión de la ansiedad
y, por ende, de ti mismo.
Este
libro es una invitación a reflexionar, a reconsiderar y a reconceptualizar la
ansiedad. No prometo ninguna cura, porque no puedo; solo puedo ofrecer los
pensamientos de otros como tú y como yo, congéneres humanos, con la esperanza
de que podamos descubrir que no estamos solos en nuestras ansiedades. Nuestro
sufrimiento es una marca de nuestra humanidad, un signo de nuestra pertenencia
a la comunidad de los seres humanos
ÍNDICE:
Nuestra
(s) era (s) de la ansiedad
Ponerse
y estar ansioso
Las
ansiedades de la existencia
Libres
para sentir ansiedad
La muerte de la certeza
Fe, liberación espiritual y
El concepto de la angustia
El coraje de ser
El
inhóspito estado de ánimo de la ansiedad
Represión,
conflicto, trauma memorable
La
ansiedad y lo social
Vivir
con ansiedad
Agradecimientos
Notas
Bibliografía
Índice
onomástico y de materias
FICHA TÉCNICA:
1
Libro
Pasta
delgada en color plastificada
Primera
edición 2025
Traducción
de Pablo Hermida Lazcano
Editor
PAIDÓS Contextos
FAVOR DE PREGUNTAR
POR EXISTENCIAS EN:
Correo
electrónico:
Celular:
6671-9857-65
Gracias
a Google por publicarnos
Quedamos
a sus órdenes
ANSIEDAD
UNA GUÍA FILOSÓFICA
=
= = = = = = = =
Libro ANSIEDAD UNA GUÍA FILOSÓFICA
ResponderEliminarUna recomendación para mejorar tu expectativa de tu vida
Libro ANSIEDAD UNA GUÍA FILOSÓFICA